Este texto surge a propósito de la crítica que recibimos por parte de algunos sikhs debido a las imágenes de Buda y sadhus que utilizamos en el video del Japji Sahib en castellano.
Vale la pena primero recordar por qué aquí en Yoga para todos hemos emprendido el proyecto Japji Sahib en castellano.
Yoga para todos es una plataforma para visibilizar y congregar las experiencias de yoga, sobre todo, en la ciudad de Bogotá, y darle un espacio a las diversas respuestas de la pregunta ¿qué compone la vida yógica? Somos un proyecto joven, así que, hasta ahora, hemos entrevistado a una profesora de Hatha yoga que trabaja sanación con cristales, hemos publicado dos recetas vegetarianas y hemos hablado sobre la meditación, la acumulación de cosas, sobre la prosperidad, sobre la relación entre los roles de género y el yoga, entre otras. Nuestra primera iniciativa grande, el Japji Sahib en castellano, viene de la tradición de yoga que nosotros practicamos: el yoga kundalini.
Estamos construyendo nuestra casa para poder darle voz a las otras expresiones que hay en la ciudad, aunque es natural empezar por lo propio, el kundalini.
Para quienes no lo conocen, el Japji Sahib es una oración que los yoguis kundalini hacemos como parte de nuestra sadhana (disciplina) matutina a las 4:30 de la mañana. Lo interesante es que esta oración viene de una religión ajena a nosotros, el sikhismo, y hace parte del Siri Guru Granth Sahib, el libro que comprende todas las creencias sikh.
El sikhismo surgió en el siglo XV en el noroeste de la India, lo que hoy se conoce como Punjab. Desde su surgimiento, buscaba conciliar creencias del hinduismo y el Islam. Esta joven religión tiene una tradición guerrera, pues sus adeptos debieron tomar armas para defender su territorio. Dentro de sus preceptos es de resaltar la idea de defender a los otros frente a la injusticia, razón por la cual han participado en diferentes acciones de resistencia e iniciativas de ayuda humanitaria.
El maestro que trajo el yoga kundalini a occidente (Estados Unidos primero) y con base en el cual aprendemos este yoga, sus series (kriyas), meditaciones etc., Yogui Bhajan, era sikh y sus conferencias, así como los mantras para las kriyas y meditaciones, provienen de la creencias del sikhismo.
Hay sikhs que no practican kundalini, simplemente nacieron en el contexto de esta religión o se bautizaron por otras razones. También hay personas, la mayoría, que practicamos yoga kundalini y no somos sikhs. Finalmente, hay personas que llegaron al kundalini y, a través de él, se convirtieron al sikhismo.
A Colombia no llegó esta religión, como sí sucedió, por ejemplo, con los devotos de Kirshna (que hoy en día son una comunidad reconocida en Bogotá). Las personas sikhs en nuestra comunidad yogui son muy pocas, de hecho, la figura sikh que reconocemos es la de Har Rai Kaur, música y ser radiante que pertenece a Comunidad yoga Bogotá. Según lo que hemos indagado, ubicamos solo a otras dos persona sikh en Bogotá, Sohung Kaur, que dirige, junto con su esposo sikh de la India, Ranjit Singh, el espacio de yoga llamado Sohaagan.
Por su parte, el yoga kundalini llegó a Colombia a través de Laura Álvarez, quien lo trajo de España (Barcelona) y abrió la primera sede del Happy yoga en Bogotá. Eso fue en el año 2005, luego de que, durante seis años, ella practicara y se formara como profesora allí en España, como aparece en el artículo sobre el yoga en Bogotá «Prácticas, practicantes y usos del yoga en Bogotá«.
Entonces, los yoguis kundalini recitamos el Japji Sahib de los sikhs, cantamos mantras sikhs en nuestras series de posturas y meditamos con estos mantras. Estos cantos de yoga kundalini están, en su mayoría, en un alfabeto llamado Gurmukhi.
Con todo, no somos los únicos que empleamos elementos ajenos a nuestra cultura de origen en el yoga. Igualmente, cuando hacemos Hatha yoga, nuestros profesores acompañan la práctica con mantras muy diversos que vienen de la tradición hinduísta o incluso del Vaisnavismo gaudía (los devotos de Krishna).
‘Mantra’ es la unión de dos vocablos que significan “mente y “liberación”. Desde luego, el mantra tiene una medicina que solo proviene del sonido, del naad (a través del cual se puede experimentar el infinito) que trae cada repetición en conjunto. Por esa razón, puede resultar sanador sin importar si sabemos su significado.
Sin embargo, la presencia del mantra en el yoga ha sido una de las principales razones por las cuales algunos católicos o cristianos en Colombia han visto esta práctica con malos ojos, porque, aunque no se repita cada vez o se diga fuerte y claro, los mantras son cantos metafísicos, la mayoría de ellos sobre Dios. En estos cantos se habla de los atributos de la divinidad según, obviamente, una visión particular de Él.
Aunque el sincretismo siempre es posible, no podemos negar que mantras como Humee Hum Brahm Hum (yo y Dios, Dios y yo, somos uno) no hace parte exactamente del corpus ideológico del catolicismo. No todas las religiones identifican al sujeto con Dios, algunos dicen que es producto de Él, pero una entidad aparte.
Entonces, los mantras, con su poder medicinal y tranquilizante, se usan, pero no es muy común hablar sobre su significado. También porque el yoga hoy día es un negocio, un producto que se comercializa, y a un gimnasio probablemente los clientes nunca volverían si se explica durante la práctica de posturas todos estos asuntos de Dios. Queremos la paz, la queremos ya, sin mayor profundidad en lo que este camino tiene detrás, su origen y su sentido.
En la década de los 60 y 70’s en Estados Unidos se dio el fenómeno de la contracultura, una idea rebelde y consciente de un agotamiento sobre el mercado, la acumulación, la desconexión entre el alma y el cuerpo, el ser y la naturaleza, etc. Por eso, este movimiento que se extendió hasta Latinoamérica volteó sus ojos hacia el Oriente, donde toda una sabiduría y respuestas en ese sentido se habían propuesto desde siglos antes.
En ese mismo contexto, llega el comercio espiritual de Oriente, en el cual todo el poder rebelde y subversivo de la contracultura fue absorbido por el capitalismo. Desde allí, muchos cargamos o tenemos Budas en casa, malas, japas, incluso hasta ciertas imágenes de Ganesha o Shiva. Todo esto representa para nosotros un deseo de espiritualidad o una idea de paz, equilibrio, etc. Pero, como sucede con todas las cosas que toma el mercado y esparce por el mundo para vender y quitarle su profundidad, no hemos estudiado con detenimiento las enseñanzas de Buda, del hinduismo o, en este caso, del sikhismo.
Con todo, sigue siendo cierto que la cultura del Oriente no llegó únicamente al mercado de las imágenes y objetos religiosos. Muchas personas en Brasil, en Argentina, México, Ecuador. etc. son sikhs por convicción y siguen los principios del Siri Guru Granth Sahib.
Por supuesto, en este mundo de información globalizada, en los viajes, los intercambios culturales, etc. hay mezclas. El mensaje de Dios, sea quien lo porte, llega a lugares donde no nació. Entonces, no sería muy lógico portarnos de forma reaccionaria frente a esto. Hace parte de la historia de la humanidad. Y sería imposible que una religión llegara a una cultura ajena a su origen y no se impregnara del sabor local. Sería descabellado pedir que no lo hiciera. Al final, toda religión es, en algún nivel, necesariamente sincrética.
Justamente en ese cruce de caminos es que se produce el proyecto del Japji Sahib en castellano. Frente a nuestra práctica diaria, nos preguntamos qué significaban todas esas palabras que traían tanta paz y tanta elevación. Buscamos una traducción digna de nuestra era de acuario y así produjimos un libro, un audio y un maravilloso video.
¿Utilizamos imágenes de Gurús sikhs para acompañar la recitación de una oración sikh?
No, usamos imágenes que nos son familiares, que nos recuerdan prácticas espirituales, ascetismo, simplicidad, humildad, etc. Usamos imágenes de Buda, de sadhus, hasta de sacerdotes católicos en una iglesia, algo muy común para nosotros. Sobre todo porque al investigar pudimos comprender que, aunque el Japji es una oración sobre Dios, trae un mensaje de inclusión, de apertura, de reconciliación entre creencias. Habla de que todos tenemos la verdad dentro de nuestras almas, habla de yoguis, de dioses como Indra, Krishna y el Corán. A través de nuestra investigación, comprendimos desde la mente y desde el corazón cómo el sikhismo partió de diferentes tradiciones que lo nutrieron (incluso de poemas de Kabir quien no quiso definirse como hinduista, musulmán o sufi). De alguna manera, sentimos que en esta tradición (la cual, sin quererlo resultó siendo también nuestro linaje), hay un respeto por la diversidad de creencias. Esta religión nació con una base de apertura, de justicia y de amor.
¿Que si alguien hace en la India un video de la oración “Padre nuestro” con Ganesha y Kali sería extraño?
Sí, seguro.
Las personas que se acercaron a criticarnos de forma poco amable insultaban a los sadhus. Nos decían que ellos comían carne humana y eran pervertidos. Y decían que, según Buda, no existe Dios. Ellos reclamaban cómo podíamos hacer un video sobre Dios según el sikhismo con estas representaciones ajenas a su credo.
Por supuesto, entendemos su punto de vista. Nosotros decidimos escucharlos. Tratamos de, en un primer momento, aprender, más allá de su forma agresiva y monológica de hablar con nosotros. Sin duda, la ingenuidad con la que vemos Oriente fue revelada, así como todo este análisis sobre cómo migran aquí estas imágenes y representaciones sin todo el contenido que cargan a cuestas.
Para Crista Castellanos, quien realizó el montaje del video, buscar y escoger las imágenes implicó varias preguntas. ¿Qué representan? ¿Qué suscitan en nuestra memoria, aquí, en occidente? ¿Qué puede generar en nosotros la imagen de un Buda, de la flor de la vida o de diversas geometrías sagradas una vez las observamos? Y sobre todo, ¿En qué medida dichas imágenes ilustran o no, complementan o no, la interpretación acuariana de Nam Nidhan Kaur? Una interpretación en español que, y esto vale tenerlo presente al leerla o escucharla, fue escrita a siglos de distancia de la considerada original y está basada en una primera traducción del inglés. Dichos aspectos reforzaron la idea de que el montaje de video es tan solo una forma, entre otras, de compartir y hacer llegar a la comunidad hispano-hablante una versión de lo que también se conoce como Canción de alma. No estamos aquí para establecer una verdad inmutable, para imponer una sola y única visión de Dios, ni para afirmar que a la anhelada liberación de nuestra mente solo es posible a través de un camino o una práctica espiritual particular. De ahí la diversidad de las imágenes.
De alguna manera, comprendimos que nos llega un llamado a la consciencia. Consciencia sobre todo lo que usamos, todo lo que pensamos, todo lo que comemos.
Si utilizamos un Buda, sabemos por qué. Si conocemos cierto alimento, sabemos qué estamos comiendo. Si dedicamos energía a una empresa, sabemos sobre sus ideales y metas. Todo lo que entra y todo lo que sale lo tratamos es observado por el propio testigo de nosotros mismos.
Laura, nuestra maestra, nos dice que somos un poco budistas, un poco católicos, un poco seguidores de Un curso de milagros. Eso parece, sí. Pero sabemos por qué.
Así, defendemos la libertad, la inclusión y diversidad con respeto y consciencia.
Sat Nam!