Por el camino de Santiago parte 4

De los encuentros imposibles

Siri Gurudev

Día 24. Esta semana las cosas han cambiado. Incluso, ha ocurrido un evento mágico. Despacho este último para salir de la emoción.

Aunque todos los días escucho el Japji Sahib y leo un shabat del Guru, solo he hecho un par de veces mi práctica de yoga. Cuando llegué a León, mi ciudad favorita hasta el momento, tuve un tiempo de soledad en la habitación. Aproveché y extendí mi mat para alinearme. Hice varias posturas con la dicha de volver a un lugar feliz y me dispuse a hacer la pinza dinámica. Estiré las piernas, me tomé los dedos gordos de los pies y de repente, ¡mi cabeza llegó a las rodillas! En todos los años de yoga nunca había podido hacer eso. Me sorprendió y solo pensé que el camino me está haciendo más flexible, menos acartonado, porque me recuerda que da igual si desayuno bocadillo (sándwich) o bollo de chocolate, si voy de pantalón gris o morado, que da igual si todo lo que necesito va en seis kilos de una mochila, o, mejor, dentro mío. Da igual, solo fluye.

El otro cambio es que he perdido a mi compañera de viaje, Montse. Se ha vuelto a su casa en Barcelona.

Las amistades en el camino son intensas y diferentes a todo lo que se experimenta cuando estás en la cotidianidad de tu vida. Andar veinticuatro horas al día con alguien en un plan que te invita a reflexionar sobre la vida es maravilloso y te une. Convivir estas horas incluso cuando estás desesperado de cansancio, con mal humor por el dolor de pies o de espalda, te pone de frente a la sombra del otro. Digo que el camino es el lugar de los encuentros imposibles, porque te amigas con personas que escasamente se pueden comunicar contigo o que tienen trabajos e intereses diferentes a los tuyos, edades diferentes y procedencias distintas.

Así fue entre Monste y yo. Ella con 53, yo con 29; ella de Barcelona, yo de Bogotá.

Sin embargo, considero este encuentro como uno de los regalos más hermosos del camino. La conexión íntima que hicimos, la tranquilidad y sincronía de nuestro trato, las charlas profundas y emotivas, la risa incontenible y el cantar a pulmón a media tarde. Fue un gran encuentro que me recordó que la amistad es de lo más bello que existe en la vida, una de las razones para considerarla (a la vida) una experiencia digna de atravesar.

Aunque llamamos a muchos de amigos, las amistades son todas muy diferentes. Hay unas donde nos sentimos más cercanos aunque nos vemos muy de vez en cuando; otras que se ven impulsadas por un ambiente del trabajo y, aunque son de pasar mucho tiempo juntos, nunca son de verdadera conexión y apertura. Las que a mí más me gustan son aquellas donde se genera un espacio de florecimiento de la personalidad, donde uno puede ser a sus anchas, una semilla para la autenticidad y la confianza, el apoyo mutuo, el consejo. Esas son las amistades que marcan nuestra vida y no tenerlas es como nunca haber amado. Siento que en estas ocasiones hay un elemento de admiración que eleva la situación y la llena de gracia. A estos amigos los admiramos y su nobleza es la que nos permite confiar. Más allá de que se compartan gustos musicales, de libros o conversaciones filosóficas-académicas, creo que estos son los verdaderos pilares de la amistad.

De Montse admiro su dulzura, su capacidad de compartir y abrirse, su gran sensibilidad y ese profundo deseo de ser mejor, de estar más tranquila.

Ella me trajo de nuevo la inquietud por el budismo y algo que ella hace llamado Educación universal. Es una forma no religiosa de enseñar valores como la responsabilidad y el auto-cudiado. Como ella estudió bellas artes, ha vinculado este programa con el arte y ha creado una asignatura que espero replicar llamada Artètic (del catalán arte y ética).

Cada día ella dibujaba una acuarela como diario de viaje y escribía detrás de la hoja sobre su experiencia. Íbamos a lugares tranquilos y ella pintaba y yo leía, escribía o me estiraba en la hierba. Me enseñó un método muy bello de meditación con los dedos de las manos y me habló de Tich Nath Hanh y Pema Chödrön. Me contó una historia sobre unas monedas y de un método para tomar decisiones, no los olvidaré.

Un día, Montse me dibujó a mí. Estaba durmiendo, reponiéndome de la jornada diaria.

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A su lado caminamos con Aviva, una norteamericana de 61 años muy tierna y tranquila; y con Tina («como la Turner», me ha dicho), una española de Murcia con 52 años que llamamos «chica Almodóvar», una mujer radiante, graciosa, increíble y fuerte. También a ella le hicieron su retrato.

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Tina, Montse y yo nos despedimos en León yéndonos de caña y tapa. Pasamos por varios bares, reímos, nos confiamos cosas y, cuando llegamos al hostel, cantamos y bailamos juntos A quién le importa de Alaska y Dinarama, la banda sonora de nuestro viaje.

Entonces, ¡brindo por la amistad y su belleza!

Wahe Guru!


Una respuesta a “Por el camino de Santiago parte 4

  1. Conocer a las personas es increiblemente hermoso cuando la naturaleza el Camino es entendida como la mas sencilla expresion de vivir la vida. Cuando se convierten todos en hermanos, es cuando la vida se convierte en un regalo maravilloso porque alli se refleja toda la generosidad del hombre. Cuanto no dariamos por vivir como hermanos !!!!! Buen Camino Diana Cata !!!!!

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