De la hospitalidad
Siri Gurudev
«Éste es un infeliz que viene perdido y es necesario socorrerle, pues todos los extranjeros y pobres son de Zeus» (Odisea VI)
Día 31. ¡Mañana llego a Santiago de Compostela!
Llevo el corazón emocionado. Esta ha sido una de las experincias más hermosas de la vida.
Salir de Castilla y llegar a Galicia llena de verde y montañas. Probar la sopa gallega, la empanada y la tarta de Santiago.
Esta semana ha girado en torno a una idea que considero hemos olvidado en nuestras vidas individualistas de ciudad y que es clave en el camino: la hospitalidad.
Aquí la hospitalidad está anclada a la religión, pues es en las iglesias donde, en primer lugar, este valor se practica. Después de muchos años de no hacerlo, he ido a misa, la misa de los peregrinos en Astorga, y en realidad fue conmovedor recibir la bendición, recibir dulces, estampitas y oraciones con tanta amabilidad.
En el Camino las personas ayudan a los peregrinos. Innumerables veces me perdí y ellos paraban del auto para gritarme: ¡por ahí no es! Y contestaban cuando yo me preguntaba en voz alta, ¿dónde estará el albergue?
Personas en el camino dejan frutas y agua gratis para los peregrinos. Las mujeres nos brindan agua y hoy vi a una señora pagar el albergue a un peregrino belga que va sin dinero desde hace meses.
Yo recibí la hospitalidad el día de mi cumpleaños. Fue el primero de agosto. Personas que no me conocían, lindos peregrinos, gastaron mi cena. Un rumano que conocí me esperó un día entero en un pueblo para celebrar conmigo. Y lo más genial, encontré de muevo a mi salvador de la primera etapa, Jeff el coreano, en Portomarín, quien me regaló una instantánea por mi cumpleaños. Tiene marco de vaca:
A mí la hospitalidad me recuerda a los griegos. Estudiando literatura vimos cómo la ley de la hospitalidad es aplicada por Nausicaa con Homero en la Odisea. Para los griegos, decía mi profesora Helena Iriarte, era el valor más alto. Como siempre fueron un pueblo viajero que mezclaba su cultura con otros, atender y recibir a los extranjeros y pobres era imprescindible.
Podríamos decir que en la ciudad no se practica la ley de la hospitalidad. Nos hemos convencido de que lo que tenemos nos ha costado mucho, mucho como para compartirlo. Más perverso aún, si estamos en el mundo espiritual, nos decimos a nosotros mismos que ahora sí sabemos poner nuestros límites, y que aprendimos a alejar a la gente con problemas que nos sobrecarga, ¡excelente! Pero ni siquiera se trata de dar comida, bebida o un hogar a los desconocidos.
Me refiero a la hospitalidad en nuestro corazón cuando vemos a alguien llorar en la calle o incluso cuando alguien cercano se encuentra en una dificultad.
Ningún peregrino abandonaría a otro que se encuentra desvalido en el camino. No pasaría de largo si lo ve llorando o perdido.
¿Qué ha pasado con nuestra hospitalidad?
Pienso en eso a pocos kilómetros de la catedral…
Portomarin….que sitio tan espectacular…..en fin de nuestra más larga jornada. Tienes toda la razón..la hospitalidad solo se vive en el camino y nos la recuerda cada dia en una nueva etapa. ..Cuando podremos los pueblos vivir y praticar la hospitalidad ? ..posiblemente cuando eso suceda, las guerras terminarán y la paz será el sueño que todos queremos ver….Buen Camino Diana Cata !!!!!
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Tako querido, me alegra el corazón leerte!! Abrazote! 🙂
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