Por el camino de Santiago parte 6

Siri Gurudev

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Vista desde las escaleras de la Catedral de Santiago de Compostela.

Santiago de Compostela me recibe lleno de niebla y brizna.

La llegada me sigue enseñando cosas. Me recuerda el valor de lo simple que he aprendido durante todo el viaje. Porque uno pisa la catedral y lo embarga una sed de espectacularidad absurda. Es como si esperaras que, al llegar, miles de personas te aplaudieran y saltaran juegos pirotécnicos. Qué absurdo.

Por esta época, la catedral está siendo remodelada. Hay un andamio gigante frente a ella y muchos turistas se agolpan en las escaleras. Ciertamente, es un anticlímax. Entonces, recuerdas cuál era el sentido del viaje. Se te había olvidado.

Los peregrinos corren con sus mochilas para llegar a la misa de peregrinos a las 12, porque así se hace, y observo como una mujer se cae y llora porque, en todo el camino, por más de 30 días de montañas y valles, nunca se cayó.

No puedes entrar con tu mochila a la iglesia, y todo se convierte en un gran drama. Entonces, de golpe, reaccionas y recuperas esa fluidez y calma del andar y andar.

Santiago te pone a prueba porque es un emporio turístico.

Los peregrinos hace una fila de horas en la oficina para mostrar sus sellos y obtener la compostelana, el certificado en latín que comprueba haber hecho el camino y haber llegado. Como si no bastara con haberlo vivido.

Hago la fila con mis «camigas» (amigas del camino), pues solo hay tres personas a las 7:30 p.m.

No nos acaba de convencer el asunto.

Pero lo cierto es que, después de haber caminado 32 días sin pausa, he llegado, y SÍ, me salen lágrimas de dicha.

Entro a la catedral y se dibujan en mi memoria los rostros de peregrinos entrañables. Silvia y Antonella de Italia; Laura de Bélgica; Niki de Sudáfrica; Paula de Francia; Betka de República Checa; Floor y Cecilia de Holanda; Cip de Rumania; Tania de Austria; Ian de Canadá; Marissa de Australia, Mathew de Alemania; Will de Estados Unidos; Jeff de corea del sur; Conchita y Miguel de Valencia; Montse de Barcelona; Tina de Murcia. El camino me recuerda que no hay mayor maestro que el otro, que no hay experiencia más bella que sentirse conectado con alguien. Todos los libros que he leído nunca me podrán enseñar las cosas simples que aprendí conversando al ritmo del camino.

Caminado experimenté mi fuerza interna y corporal, mi perseverancia y capacidad de superar el miedo. Caminando, me sentí fuerte, pero también recordé que, a pesar de tanta violencia y cosas difíciles, hay personas de corazones grandes que estarán dispuestas ayudarte. Estás solo, sí; pero también, de alguna manera, siempre estás acompañado.

Ayer lunes, hemos llegado caminando al fin del mundo, a Finisterra. Alguien me dijo que el camino te da lo que necesitas y es verdad. Para llegar a Santiago, compartí con personas muy sintonizadas con lo físico, con la exigencia y el éxito. Caminamos muy rápido y entré en esa modalidad de llegar a buen ritmo.

Ahora, unos de mis mejores amigos, compañeros de vida, han decidido venir a hacer el epílogo de Finisterra conmigo.

Ellos me recuerdan el placer de todas las cosas.

Con ellos no hay prisas ni carreras.

Con ellos nos sentamos a escuchar al peregrino que se despide del camino cantando sus canciones, vemos los paisajes, dormimos, y todo es plácido y alegre.

Con ellos, camino casi sin darme cuenta. Ya no hay angustia de con quién andaré, si me esperarán o yo esperaré, si nos dan ganas de estar solos y tendremos que ir adelante. Solo ahora me doy cuenta de que los días en soledad tenías algo de difíciles. De ellos aprendí y fueron maravillosos, pero ahora camino con mis amigos con mucha dicha. Con ellos, estoy en mi casa, y todo simplemente sucede, sin darle vueltas.

Fuimos al faro y nos sentamos a dejar ir cosas. Lloramos y el viento se llevó nuestros dolores.

Vista desde el faro en Finisterra.
Vista desde el faro en Finisterra.

Ha aparecido una cuarta amiga, Yuli, de México y con ella es como si hubiéramos andado siempre.

Los deseos y las plegarias se evaporan en ese interminable mar y yo pienso que si hubiera estado solo habría sido completamente otra historia, así que agradezco mi presente. La presencia de mis amigos ha marcado esta experiencia.

Y así es como recuerdo: por más de que tratemos de ser islas en medio de este mundo de gente, nunca andas en verdad a tu propio ritmo. Las personas de las que te rodeas te marcan un paso, y por eso nunca debes subestimar la importancia de escoger bien y sabiamente tu compañía.

Hoy termino el camino en Muxía, un paisaje que me deja sin aliento. Mañana ya no tendré que madrugar, tomar mi mochila y salir a andar. Lo extrañaré.

Aunque no lo aceptaba del todo, salí de mi país lleno de heridas. La idea del camino me sostuvo. Y fui, en cierta forma, un escape.

Ahora, veo cómo el camino me ha enseñado y, aunque no resuelvo todas mis preguntas, solo tengo ese sentimiento de infinidad, de gentes, de paisajes, de oportunidades, la idea de que el camino sigue y «todo pasa y todo queda, pero lo nuestros es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar».

Aquí termina mi viaje. Gracias a mis lectores, ustedes me mantuvieron en pie. Sat Nam!


Una respuesta a “Por el camino de Santiago parte 6

  1. Cons tus crónicas Diana Cata, volví a recorrer cada centímetro del Camino de Santiago. No hace falta describir cada paso. Suficiente tus palabras que profundamente alcanzan a enseñar las maravillas de la naturaleza y las experiencias del camino. Y de eso se trata el Camino. De encontrarnos nosotros mismos para poder ver la inmensa riqueza que tenemos a nuestro lado y lo maravilloso que es el universo entero. Al final podemos afirmar aquello que estaba escrito en un muro del camino !!! LA VIDA ES PRECISOA !!! Feliz término y buen camino en tu vida !!!!!

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