Autor: Rodrigo Restrepo Ángel
Algunas reflexiones sobre el cambio de paradigma
Las visiones apocalípticas juegan con el miedo y con la culpa. Debe ser por eso que nos gustan tanto a los occidentales. Los mayas, que al parecer nos están haciendo un guiño desde el fondo de los tiempos, nunca hablaron del fin del mundo. Simplemente le pusieron un punto final a lo que ellos veían como un largo ciclo en el tiempo.
Lo que al parecer no hemos entendido del todo es que el supuesto ‘fin del mundo’ significa el fin de un mundo. Un mundo es una manera de pensar, de percibir y de actuar: es un paradigma. Y este mundo, este paradigma, es necesario que se acabe. No sé si realmente nos estamos dando cuenta del basurero que estamos construyendo día a día, rigurosa y obedientemente: hambrunas en la mitad de África, un ecosistema marino herido de muerte, unas emisiones de gas carbónico que han aumentado en 49% desde 1990.
Creo que este es el mundo que queremos. Por eso lo tenemos. Hasta que nos demos cuenta de que este es el mundo que no queremos. Estamos recorriendo el camino de la cruz, típicamente occidental: llevar el patrón de sufrimiento hasta un punto insoportable, hasta que finalmente, a fuerza de dolor, nos damos cuenta de que no queremos el sufrimiento. La causa del sufrimiento es el ego, o mejor, el egoísmo. El ego cree que es una entidad separada del resto. Por eso se deprime y se siente solo. Por eso busca desesperadamente el sexo, el romance, el reconocimiento, la fama y el poder. El ego no quiere darse cuenta de que el otro existe. Piensa que tiene un montón de necesidades, un montón de proyectos importantes. El ego vive ocupadísimo intentando que el mundo encaje en su plan y que todo salga como él quiere. Si no, entonces ataca, se enferma o se venga. Y tiene muchas maneras sutiles y extrañas de vengarse.
Este código, este gen, está incrustado en nuestro sistema. Es el error en el sistema. Es ‘lo normal’. Podemos inventarnos mil y un proyectos éticos, espirituales y verdes: zonas de agricultura urbana, sistemas permaculturales, ecoaldeas inteligentes, monedas complementarias, talleres de autoconocimiento, cursos de yoga, etc. Todas esas cosas son buenas y necesarias. Pero tengo la certeza de que no servirán de mucho si no cambiamos el código, el chip: el gen egoísta.
Por fortuna el código tiene un antivirus. Es un programa que tiene que ponerse en funcionamiento una y otra vez, hasta que decante, hasta que cada célula lo absorba y cada neurona lo comprenda. Se puede decir de muchas maneras, pero hay una que me gusta y que me viene a la mente: “Yo soy tú”. Es el principio de la empatía y de toda verdadera comunicación. Si tú sientes hambre, yo la siento. Si tú estás demente, yo lo estoy. Si yo comprendo, tú también comprendes. Sólo entonces puede manifestarse la acción correcta en cada momento, en cada situación.
Puede parecer tonto, inocuo e inocente, pero es poderoso. Es el pensamiento más poderoso de este mundo, simplemente porque es verdadero. Y la verdad no necesita imponerse. Solo necesita tiempo para ser comprendida. Toda acción verdaderamente ecológica viene de una empatía profunda con el medio natural. Yo soy el árbol y soy el pájaro, soy el río y el suelo. Toda acción verdaderamente ética proviene de este reconocimiento. Si tú sufres, yo sufro. Yo soy tú y tú eres yo. Todo lo que le hago a un hombre, a un animal, a una planta o a un mineral me lo hago a mí mismo.
En esto consiste el famoso cambio de paradigma. El fin del mundo. El cambio de era. El retorno de Quetzalcoatl. El segundo advenimiento de Cristo… Hay que quererlo, y la buena noticia es que vamos a quererlo, más temprano o más tarde. Vamos a quererlo cuando nos demos cuenta, sinceramente, de que ya no deseamos más esto que tenemos.
Y el problema es que no somos sinceros. Tenemos miedo y queremos simplemente pasar el rato, dejar una buena impresión y que no nos molesten mucho. Pero esta locura colectiva es responsabilidad nuestra. Es karma: el resultado de nuestros pensamientos y acciones. Es como si el universo dijera: ¿quieres cosas?, ¿quieres sensaciones?, ¿quieres reconocimiento? Y simplemente nos lo da. El universo es obediente y la materia sigue a la conciencia.
Creo que es obvio que vienen años difíciles y al mismo tiempo asombrosos. Quizá nos lleve dos o tres generaciones más –ya llevamos una entera, si no más– el pasar por este umbral, por este cambio profundo de paradigma. Creo que vamos a ser testigos de fenómenos nunca antes vistos: naturales, humanos y suprahumanos. Nos iremos dando cuenta, cada vez con mayor contundencia, de que la ‘realidad’ es simplemente un efecto de la conciencia, que nada está separado, que nada va a funcionar si seguimos pensando que estamos aislados y que nuestras necesidades están antes que las de los demás.
Mis pensamientos son los tuyos. Los tuyos son los míos. Todo lo que hace un hombre lo hacen todos los hombres. Cada acción importa, cada pensamiento cuenta. Somos un solo ser, un solo organismo. El cambio ocurre en la conciencia. El cambio ocurre en cada uno. Cuando el nuevo chip esté instalado, todo lo demás, todo lo que tenga que ocurrir en la materia, vendrá por añadidura.
Gracias, ¡Hermoso!, hablas de compasión, para mi, es lo que describes «Yo soy tu»
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