Ser un consejero espiritual

Ser un consejero espiritual

Guías de Hari Nam Singh Khalsa

Siri Gurudev

Hari Nam

Una vez más veo a Hari Nam en Bogotá. Esta vez, para tomar el curso de consejería espiritual. ¿Por qué quería tomar ese curso?

El primer día, dije algo que ahora he replanteado, lo cual significa que este curso fue provechoso. Yo le dije a mis compañeros que estaba allí porque tengo algo que he pensado que es malo: puedo percibir (observando y oyendo) los estados de las personas cuando están en disarmonía, cuando algo les pasa; soy muy perceptiva y también me sucede que me afectan sus emociones, cuando están angustiados me angustio, cuando sufren me preocupo, me involucro y siento ansiedad de ayudarles, de aliviar su sufrimiento en alguna medida. Iba al curso porque me sucede esto y las personas me buscan para contarme sus vidas y problemas. Ahora que estoy en el camino espiritual y algunas veces hablo de ello, me buscan para que les ayude y los aconseje, como supongo les sucede a los profesores de yoga y afines. Entonces, quiero herramientas para realmente ayudar a las personas y no solo escucharlas y empatizar con ellas, realmente servirles a mejorar sus vidas, tal y como como los demás lo han hecho conmigo.

Hoy salgo del curso y, por supuesto, me doy cuenta de que fui enviada allí por otras razones bien diferentes, aunque también incluyen estas ideas previas que tenía. Usualmente nuestra mente es tan corta y no alcanza a ver la profundidad de los propósitos de nuestra alma…

Ahora que salgo de allí sé que fui porque necesitaba retomar mi camino, recordar la fuerza del compromiso de Guru Gobind Singh que es la fuerza de Hari Nam y es la fuerza de este camino que he elegido. Fui a este curso porque necesitaba una sacudida para salir de mis dramas de la cotidianidad que gastan toda mi energía en sanar un corazón roto, en una pequeña derrota, cosas triviales. El día a día nos absorbe y entre las horas de trabajo, el amor no correspondido, los kilos de más, la imposibilidad de llevar a cabo la práctica con la constancia que quisiera, etc. me impiden ver el gran panorama solo porque así lo decido, en lugar de dejar todo eso en segundo plano.

Y el panorama en verdad indica que, si quiero realmente ayudar a las personas, si mi camino es el de comunicar algo que transforme sus vidas para bien, así sea a través de mis columnas, de mis novelas, mi poesía, mi performance, a través de los libros que escribo para niños, mi baile, mis cristales, etc. si realmente quiero ayudarlas, entonces necesito ser mucho más fuerte y tenaz que esa persona que se queda en la cama llorando porque su amante se fue. Mucha más fuerza que la niña pensando en tirarse por la ventana cuando no la aceptaron en su doctorado o cuando no logra tener la imagen que quiere. Si quiero ayudar  las personas, entonces tengo que ser tan fuerte y ambiciosa como para comprender y hacer realidad que un consejero espiritual, como nos dijo Hari Nam, es aquel que enseña a través de su propia vida, de su propio cuerpo y de su propia alma, que enseña con el calibre de su carácter.

Lo que el maestro nos hizo entender es que, para tomar la dirección y la altura que mi alma tiene destinada, debo lograr  buenos niveles en cuatro aspectos.

Debo tener éxito en todas mis relaciones personales. No seguir escogiendo personas que sé que voy a abandonar porque no admiro; personas que sé que voy a abandonar porque no se pueden comprometer conmigo ni yo con ellas; que no pueden amarme ni amarse, sino rechazarme; personas que no sean yonquis del amor, que no dependan de tener un sentimiento frenético hacia mí, porque ese sentimiento se acaba y, si no hay nada más profundo, eso es todo. Y para eso debo yo rehabilitarme de la adicción al romance, a sentir esas mariposas que al fin y al cabo se mueren cuando acaba la primavera. Tengo que lograr mantener mis amigos que amo, no seguir peleando con ellos porque los juzgo y porque me juzgo, porque no he sanado en mí esas cosas que cuando veo afuera me generan repulsión. Arreglar la relación con mi familia, y comprender que soy una persona carismática y cálida que la gente quiere tener cerca y aprovechar eso para servir siempre. Porque muchas personas vienen a pedir consejo sobre relaciones, sino todas, y, ¿cómo podría yo decir algo si no lo he aprendido?

Y así funciona todo, si quiero aconsejar a las personas, tengo que tener resuelto mi éxito en el mundo material, no solo tener trabajo, que gracias a Dios siempre tengo, sino estar cierta de que lo que quiero tener lo puedo tener, que si quiero ese doctorado puedo tenerlo, que si quiero ese proyecto de lectura puedo alcanzarlo, que no tengo límites.

Si quiero servir como mi alma me indica, debo mantenerme siempre positiva y alegre. No porque sea incapaz de ver la realidad o me auto-engañe. Lo que viene a contnuación es un aprendizaje muy chocante (positivamente) para mí de esta semana. Usualmente personas desesperanzadas llegan a mí porque yo he estado desesperanzada y ellos lo saben. Se acercan y yo trato de decirles que se amen a sí mismos, trato de mostrarles cuánto valen. Pero Hari Nam bien dice que es estúpido enseñar la autoestima a alguien. Una persona llega a tener autoestima porque se ha resuelto, porque es íntegro y no condescendiente consigo mismo, porque es exitoso todo cuanto quiere y sin apego, porque es brillante, es coherente con el camino que ha elegido. De lo contrario, sería falso. Por eso, si quiero inspirar a los demás, debo ser alegre y positiva en consecuencia de que todo lo estoy haciendo bien, porque no tengo secretos, no hay nadie que pueda manipularme con algo que yo escondo, porque mi palabra vale y no hablo de más, soy lo que ven.

Y, finalmente, si quiero servir como deseo, nunca debo alejarme de la palabra de mis Ser superior, de las oraciones o mantras que cada día escucho, de los ángeles que invoco y las fuerzas luminosas en las que creo.

En este curso vi personas tan elevadas como lo que yo quisiera ser, personas que tienen una chispa en su rostro, una claridad en su apariencia, una certeza en su voz, una alegría. Vi personas que están caminando todavía conmigo (justo al lado) y también personas arrogantes como la mujer soberbia que alguna vez fui cuando estudié filosofía y que a veces me salta sin avisar.

Si quiero ayudar a los otros, en realidad no les debo servir a ellos sino a Él. No les sirvo a ellos y no me sirvo a mí, por eso mis consejos no están obstaculizados por la necesidad de aprobación, el miedo a la confrontación o la necesidad de ser amada. En esto era en lo que más insitía Hari Nam, «mi cliente no son ellos, es Él».Eso sí es verdadero carácter. Esa es la templanza de observar mis reacciones emocionales, mis preconceptos y dolores y dejarlos allí congelados, entregarlos, rendirme para que, en realidad, pueda servir a otros.

Este año he estado sintiéndome algo perdida. He estado retomando malos hábitos o incluso haciendo cosas que nunca antes había hecho y que no condeno, porque ahora son mis maestros.

Pero, ya  tomo más fuerte la mano a mi Gurú: me lanzo contra mi ego y en favor mío a la batalla.

Wahe Guru.


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