Un yoga del perdón:
Yoga y Un curso de milagros
Rodrigo Restrepo Ángel
Músico y filósofo.
Profesor y formador de Happy Yoga Colombia
https://agujerosblancos.com/2015/10/12/el-yoga-de-los-suenos-parte-i/
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Durante diez años, he practicado dos disciplinas: yoga y Un curso de milagros. El Kundalini Yoga ha sido la herramienta potente para afinar mis cuerpos, para aprender a habitarlos, a vitalizarlos y a armonizarlos. Un curso de milagros ha sido el paradigma, la filosofía, el marco que me recuerda que el propósito de toda práctica y de toda herramienta no es otro que aprender a amar. Creo que nunca decidí conscientemente caminar ambos caminos, simplemente estaban ahí y yo caminé. Sin embargo, desde el principio han crecido amorosamente como un solo árbol, como un único movimiento que no puede ni quiere parar. Ambos, la herramienta del yoga y el paradigma del Curso, se nutren y dialogan, se comunican como dos voces en un acorde, como dos ríos que presienten juntos que van a llegar al mar. Han tejido y siguen tejiendo una curiosa simbiosis en el laboratorio de mi experiencia. Y han generado en mí la necesidad profunda de practicar un yoga del perdón. Luego de diez años, quiero compartir algunos frutos con semillas libres, unas cuantas reflexiones de camino para todos los que sientan la misma necesidad de caminar un yoga el amor.

Se trata de practicar
Sadhana –la práctica– usualmente se traduce como ‘disciplina’. Al principio, el término me resultaba incómodo y duro: me remitía a mis propias neurosis. Hasta que la práctica misma, sabia y poderosa, las diluyó. Aprendí que un discípulo es quien se entrena una disciplina. Es un estudiante. Y la disciplina significa simplemente estar dispuesto a ver. Discípulo y disciplina vienen de disposición. Ser un discípulo es estar abierto a aprender, continuamente y sin apego al resultado, como dice Patañjali. De repente, te encuentras en un asana y ves un patrón, una resistencia, unas ganas de huir. Simplemente lo ves y al verlo ocurre la magia, la profunda alquimia de la mente: te das cuenta de que tú mismo lo estás generando. Simplemente lo tocas con tu consciencia y lo percibes como lo que es: un pensamiento, una emoción, una creencia. Es una apertura, un afinar el oído y aguzar el ojo interno. Entonces la mente se abre a otra dimensión de experiencia, un lugar más lleno y más vivo dentro de mí. Wahe Gurú. Ya no eres presa de eso, eres la consciencia que lo observa. Y ya está. Esa es la práctica: observar, esperar y darme cuenta de que no puedo juzgar. Eso es meditar y eso es el perdón. Ese es el milagro. La práctica es nuestra disposición a ver, a darnos cuenta de que no sabemos y que por eso necesitamos aprender. Nunca termina. Cada vez se expande un poco más, se interna un poco más. Y no es una neurosis sino todo lo contrario: es un íntimo observar y soltar, una pequeña dosis de buena voluntad que, si lo permito, empieza a tocar todos los ámbitos de mi vida.
El cuerpo es un instrumento
El cuerpo no es un fin, es un medio, un recurso de aprendizaje. Es una nave de energía, materia, agua y tiempo a través de la cual viajamos y aprendemos. Concebirla como un templo, dice el Curso, es sólo el primer paso para hacernos conscientes de que el verdadero altar reside en el interior. El cuerpo –físico, energético y emocional– es un reflejo de la mente. Necesitamos tener todos nuestros cuerpos tónicos y afinados. Necesitamos un cuerpo físico flexible, un campo electromagnético claro y expansivo, un cuerpo emocional con propósito y una mente enfocada. Pero lograr esto no es cuestión de fuerza, es cuestión de música, de armonía y de ritmo. Necesitamos escuchar profundamente el ritmo y el sonido de nuestro corazón. Meditando en el cuerpo, en su campo interno y en sus corrientes energéticas, en la respiración y en el movimiento, podemos atravesarlo y darnos cuenta que somos mucho más que un cuerpo. El cuerpo es una puerta al infinito, un dedo que señala el sol. Queremos el sol. El cuerpo, como cualquier otra ‘cosa’ en el mundo, es un medio para recordar, una herramienta, un material de aprendizaje, un instrumento precioso y sagrado que se afina para cantar.
Lo que importa es la experiencia
No se trata de teorías, aunque tener un buen marco teórico es muy útil, especialmente para cuidarnos de nuestro propio ego. El Curso dice que una teología universal es imposible, pero una experiencia universal no solo es posible, sino necesaria. Lo que necesitamos como individuos y como grupos humanos es el acceso a una consciencia un poco más amplia, un poco más compasiva, un poco más atenta. Cuando empezamos a experimentar que somos más que un cuerpo, que somos una red de hilos, un tejido vivo que se alimenta de energía, entonces surge espontáneamente la necesidad de cuidar. Brota el amor. Ek ong kar sat gur prasad, sat gur prasad ek ong kar. Soy parte de algo más grande que yo. Gratitud, gracia, prasad. El alma tiene una profunda sed de saberse parte de algo, de tener un propósito más allá de sí misma, de estar unida en una comunidad, en una Familia. Ésta consciencia es una fuerza que me conduce del miedo al amor, de la oscuridad a la luz, de la guerra a la paz. Asatoma Sadgamaya. Respira, observa, profundiza. Estás viva, estás vivo. Vive intensamente. Experimenta.
Recuerda recordar lo que ya eres
Somos ángeles disfrazados, dice Marianne Williamson. No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, sino seres espirituales viviendo una experiencia humana, decía Yogui Bhajan. ‘Sois dioses’, decía Jesús citando a los Salmos. Somos la conciencia que crea el mundo, la Mente que sueña esta colorida realidad. Recuerda recordar que ya eres esa consciencia. Recuerda recordar constantemente. El mundo es un laberinto con la salida abierta de par en par. Tú mismo construiste el laberinto. No necesitas ‘triunfar’ ni ‘vencer’: necesitas rendirte completamente. No eres un ‘héroe’ que pasa pruebas y llega a la cima de la montaña para matar al dragón. No necesitas vencer al mundo porque eres la consciencia que está aprendiendo a recordar que es ella la que crea el mundo. Meditar y practicar en la vida es como caminar un camino hacia atrás, permitiendo que se desprendan capas de creencias por el puro poder suave de observarlas a fondo, de respirarlas, de perdonarlas, de permitir que en lugar del miedo brille una estrella y abra Anahata. Recuerda recordar. En un mantra o en un pranayama o en una lección del Curso estoy recorriendo el camino de vuelta, regresando a mi naturaleza más real, permitiendo que me guíe esa aguda sospecha y esa sed de lo que soy. Om Purnamadah, Eso está completo. Recuerda recordar.
El amor a la práctica: la práctica del amor
Al final siempre está es el amor. Entregar nuestra cabeza al amor, que descienda hasta las raíces y suba hasta las ramas, que nos cierna y nos amase hasta que estemos flexibles, abiertos y blanditos, como dice El profeta. Al final simplemente se trata de abrir el corazón, respirar a fondo y dejar que el prana suba, que inunde el centro del pecho y nos recuerde que estamos unidos en un abrazo inmenso. El amor es un fuego que nos va purificando, desnudando, asincerando. Poco a poco vamos aprendiendo a dejar que ese amor nos abrace un poco más adentro y a abrazarlo con el fuego de la práctica. Poco a poco la vida se va volviendo ese amor y vamos aprendiendo a ser cada vez más genuinamente nosotros mismos. Ámame, le dice Krishna a Arjuna, pues el amor que me tienes soy yo mismo. Y entonces salir a la vida y amar al hermano que tienes enfrente, recordar que el otro camina contigo, respira junto contigo, vive dentro de la misma Vida que tú. Ong Sohung: yo soy tú, tú eres yo. Practicamos para recordar que somos uno.